¿Qué pasa si por razones legales no puede aceptar servir de jurado en la corte?

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2 days ago

Algun día vas a poder llegar a la hora que quieras a casa,Ya no estará mamá peleando,Ya no estará parada donde te esperaba furiosa, o con lágrimas en los ojos.Algun día mamá ya no te llamará,Algun día vas a querer que viva mas dias para disfrutar el tiempo con ella.Algun día dejará de decirte que dejes el vicio que tienes.Algun día dejará de darte consejos que a ella le parecen bien para ti.Algun día su voz dejará de oírse.Algun día, simplemente, solo habrá recuerdos.El tiempo avanza rápido, y no te espera a que cambies o reacciones, el sigue su curso. ... See MoreSee Less

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2 days ago

Los muertos de hambreEn un rincón olvidado de la ciudad, tres hermanos caminaban descalzos por las calles frías y desiertas. Sus ropas estaban rotas, sucias y desgarradas, apenas cubriendo sus cuerpos esqueléticos. Eran dos hermanas, Lucía y Mariela, de doce y catorce años, y su pequeño hermano, Benjamín, de apenas seis años. La noche caía rápidamente, y el aire helado cortaba sus mejillas como cuchillas afiladas. No tenían un lugar donde guarecerse, ni dinero para comprar comida. Llevaban semanas sobreviviendo con migajas que encontraban en la basura o que, a veces, lograban robar sin ser vistos.Esa tarde, Benjamín, con sus ojos grandes y llorosos, había preguntado a sus hermanas si algún día tendrían un hogar. Lucía, la más pequeña de las dos, acarició el cabello de su hermanito con ternura, aunque sus manos temblaban de frío. "Claro que sí, Benja. Un día tendremos una casa grande, con una cama para cada uno y comida suficiente para nunca volver a tener hambre", le prometió, pero su voz quebrada traicionaba la mentira.Mariela sabía que esa promesa era vacía. Habían recorrido cada rincón del barrio en busca de ayuda, pero siempre encontraban puertas cerradas o insultos. Una vez, un hombre les había tirado un billete sucio, pero luego los había empujado al suelo y les había lanzado más basura encima, burlándose de ellos. Nadie quería verlos, nadie quería ayudarlos.Esa noche, el hambre era más intenso que nunca. Las tripas de Benjamín rugían como un animal herido, y sus ojos, llenos de lágrimas, miraban suplicantes a sus hermanas. "Por favor, tengo hambre...", murmuró con voz débil. Lucía buscó algo en su bolsa raída, pero no había nada. Ni siquiera una miga de pan.Mariela, desesperada, decidió que no podían seguir así. Tomó a Benjamín de la mano y guio a sus hermanos hacia el centro de la ciudad, donde las luces de las tiendas iluminaban las aceras. "Vamos a encontrar algo", dijo con determinación. Pero la esperanza en sus palabras era solo un reflejo de su propio miedo a rendirse.Llegaron frente a una panadería, y el aroma del pan recién horneado los envolvió como un abrazo cálido. Mariela apretó los dientes y se decidió. Entró corriendo, tomó un pan de una canasta y, antes de que el panadero pudiera reaccionar, salió corriendo, con Lucía y Benjamín siguiéndola de cerca. Pero no fueron lo suficientemente rápidos. El panadero, furioso, salió tras ellos y gritó para que lo atraparan. Dos hombres que pasaban por allí se lanzaron sobre los niños, tirándolos al suelo. Golpearon a Mariela en el rostro y le arrancaron el pan de las manos. "¡Ladrones!", gritaron mientras los pateaban sin piedad.Benjamín gritaba de dolor y miedo, Lucía lloraba, tratando de protegerlo con su cuerpo, pero los golpes no cesaban. Mariela trataba de ponerse de pie, pero una patada en el estómago la hizo caer de nuevo. Finalmente, uno de los hombres los dejó ir con un último empujón, escupiéndoles en la cara.Se alejaron cojeando, con lágrimas en los ojos y el cuerpo adolorido. Mariela no podía sostenerse en pie. Sus labios sangraban, y su ojo izquierdo estaba hinchado y morado. Lucía apenas podía contener las lágrimas mientras trataba de consolar a Benjamín, que no paraba de llorar.Caminaron hasta llegar a un callejón oscuro. Mariela se dejó caer al suelo, jadeando, tratando de calmar su respiración entrecortada. Lucía se sentó a su lado, abrazando a Benjamín con fuerza. "Todo estará bien", susurró, aunque no sabía cómo podían estarlo. El aire frío se hacía más denso, más pesado, como una manta oscura que se cernía sobre ellos.Benjamín seguía llorando de hambre y miedo. "Tengo mucho frío", gimió, abrazándose a su hermana. Lucía frotaba sus brazos, tratando de darle algo de calor, mientras Mariela, debilitada, apenas podía mantener los ojos abiertos.La noche se hizo eterna. Las luces de la ciudad parecían desvanecerse, y el frío se colaba por sus huesos como veneno. Mariela dejó de hablar, sus ojos se cerraron lentamente, y su respiración se volvió tan débil que apenas era audible.Lucía sintió un escalofrío en el pecho, un miedo indescriptible. "Mari... Mariela, ¿estás bien?", preguntó, sacudiéndola suavemente. Pero Mariela no respondió. Benjamín, con los ojos llenos de lágrimas, también trató de despertarla. "¡Mari, despierta! ¡Por favor, despierta!", gritó, pero ella no se movió.El silencio se hizo abrumador. Lucía supo, en ese instante, que Mariela se había ido. Un sollozo desgarrador escapó de su garganta, y las lágrimas inundaron sus mejillas. Abrazó a Benjamín con fuerza, sintiendo cómo el frío se hacía más intenso. "No te preocupes, Benja. Mariela sigue con nosotros. Siempre estará con nosotros", susurró entre sollozos.Y entonces, algo extraño sucedió. Lucía sintió un calor leve en su espalda, como si alguien la abrazara por detrás. Supo que era Mariela. Cerró los ojos, y durante un momento, sintió que su hermana estaba viva, que la estaba abrazando. Benjamín también dejó de llorar, sintiendo esa calidez, ese abrazo invisible.Pero la noche era cruel, y el frío no se detuvo. Lucía y Benjamín, cansados y debilitados, se quedaron allí, abrazados al cuerpo inmóvil de su hermana. No tenían a dónde ir, ni nadie a quien pedir ayuda. Sabían que nadie los querría. Sabían que, al igual que Mariela, pronto también se quedarían dormidos para siempre.Y así, en el rincón más oscuro de la ciudad, tres hermanos se abrazaron por última vez, esperando que al otro lado del sueño, hubiera un hogar donde siempre tuvieran calor, comida, y donde nadie más los llamara "muertos de hambre". ... See MoreSee Less

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